Thursday, December 29, 2005

Mi Dolor

Hoy no escribo nada diferente de mis penas. El 24 en la noche murio mi hermano luego de resistir el cancer durante 14 largos y penosos meses. Creo que para desahogarme voy a escribir cosas varias.

Mi hermano nació el 5 de noviembre de 1959. Yo nací el 1 de mayo de 1974. Antes de mi nacimiento mi hermano fue el unico hijo de mi mamá con Jesus Alonso Rodriguez Santos, en cuyo honor a mi hermano lo bautizaron Jesus Alonso Rodriguez Ramirez. Fue un niño feliz y sano a pesar de no haber recibido nunca una vacuna. Su padre abandono el hogar a muy poco tiempo y por lo tanto mi mamá fue padre y madre al mismo tiempo. Lo crió lo mejor que pudo, dandole lo que podía y aguantando los embates de sus padres quienes no veian con buenos ojos a la madre soltera que le ayudaba a mi abuelo a sostener la casa con un empleo de auxiliar contable de un judío llamado Nino. Ella solita saco adelante ese hijo que adoraba y que tantos dolores de cabeza le dió. Por cosas de la vida el era casi un año mayor que su tío Francisco, pero eso no fue impedimento para que ellos dos fueran los mejores amigos durante muchisimo tiempo. Desde muy temprano mi hermano mostró sus tendencias exoticas al usar todo tipo de prendas de vestir a cual mas de locas. Y su afición por usar todo tipo de accesorios en la cabeza (gorros, sombreros, pelucas, cachuchas, etc.) tambien fue evidente para sus coetaneos. Por ser mi familia materna una familia desplazada por la violencia (no se crean que ser liberal en la region sur de santander es facil) eran muy unidos y contaban con escasos recursos para sobrevivir. Pero a pesar de todo salieron adelante. Mi mamá termino casandose con mi papá y un par de años despues llegó al mundo el tierno bebé que hoy les escribe. A diferencia de otros hermanos mayores, mi hermano me aceptó y me protegio mientras le fue posible. Si bien nunca fuimos los mejores amigos si mantuvimos una muy buena relación.

En los ultimos tiempos (de diez años para aca) nos acercamos y eramos una pareja de hermanos medianamente funcional. Si, teniamos diferencias pero no eran nada del otro mundo. Compartiamos nuestro amor por nuestra madre y las ganas de salir adelante y retribuirle a ella todo lo que nos había dado. De hecho yo me había dado cuenta que era el unico amigo con el que siempre habia contado y con el que seguiria contando incondicionalmente. Por eso lo quería tanto y por eso no solo me preocupaba por el sino que lo defendía. Cuando hace 14 meses le diagnosticaron el cancer de estomago, a pesar de lo que mi corazón decía mi cabeza comenzó a preparase para lo que sabía era inevitable. Los doctores lo operaron y le extrajeron el estomago y algunos otros organos que estaban comprometidos. Según ellos saldría adelante con cuidado y esfuerzo. Al principio hasta yo me creí la historia, pero a medida que fue pasando el tiempo perdío mucho peso. Como en abril le comenzo a doler la cadera derecha y dejo de manejar. Luego se le dificulto caminar y los examenes arrojaron un resultado nada halagüeño: metastasís en el femur. Los doctores insistieron en operar. Así lo hicieron y por el debil estado del hueso tuvieron que implantar un impresionante tornillo que reemplazara la cabeza del femur. De ahi en adelante el nivel de vida de mi hermano se deterioro gradual pero constantemente. No pudo volver a caminar grandes distancias y su movilidad se vio seriamente comprometida. Eso, aunado a los permanentes dolores de la pierna derecha, lo convencieron de la necesidad de mudarse al apartamento de mis padres. Mi mamá ahi comenzo a padecer la enfermedad a la par de mi hermano. Por eso dirán que madre no hay sino una, y la mía lo probó con lagrimas.
La noche despues de su cumpleaños, el 6 de noviembre de este año, mi hermano se levanto al baño y se desplomo. Sufrió un fuerte golpe en la cabeza por lo que mi mamá decidio llevarlo de urgencias a la clinica del country, que es la mas cercana al apartamento de mis papas. Allí le realizaron una serie de examenes y emitieron la sentencia. el cancer le había progresado hasta crearle mas de seis lesiones en el cerebro. Para mí no había nada que hacer y la muerte de mi hermano iba a suceder en un término maximo de tres meses. A partir de ese momento mi vida cambio. Me di cuenta que no somos invencibles, de hecho somos mas vulnerables de lo que creemos. Una de las personas mas deportistas y amorosas que había, iba a morir de una enfermedad que normalmente nos da a los que ni hacemos ejercicio ni tenemos habitos sanos. En fin.

Desde ese día hasta el dia de su muerte trate de visitarlo todos los días. Tenía dias buenos y días malos pero eran mas estos ultimos. Desde ese momento Salud Colpatria autorizó tener enfermera 24 horas al día. Y asi fue hasta el final. De hecho al momento de su muerte estabamos a su lado mi mamá, mi papá, la enfermera (Jenny) y yo.

Por su inmensa y eterna terquedad estuvo al borde de la deshidratación varias veces (no comía ni tomaba nada) y eso acelero su proceso. Los ultimos cinco días fueron realmente anormales pues su estado de salud era un vaiven. Por horas bien, por horas mal. Sin embargo el viernes 23 todo el día fue un buen día. Incluso alcanzaron a preparar un viaje a la casa de mi abuela en Villavicencio. Y esa noche fue una buena noche. Durmío casi seis horas. El sabado amanecio bastante regular pero estaba consciente. Poco a poco fue debilitandose y sus dolores se empezaron a hacer mas fuertes hasta que a las 6:00 de la tarde sus quejidos hicieron que mi mamá llamara una ambulancia para llevarlo a urgencias con la esperanza de que lo estabilizaran y volviera a casa. La cena de navidad se había suspendido. Yo me quede en casa de mi suegra hasta que repartimos los regalos alla y deje a mi esposa e hijos en mi apartamento y salí con rumbo a urgencias a encontrarme con mi mamá. En el camino la llamé y las noticias no fueron buenas. Entre lagrimas me dijo que fuera rapido porque mi hermano estaba en las ultimas. Acelere y llegue. Al entrar a usrgencias me encontre con una madre destruida. Con su corazón desgarrado y los ojos absolutamente inundados. Me abrazo y lloro desconsoladamente. En ese momento ella sabía lo que pasaba y lo que pasaría. Mi decisión de ese momento, y que aun hoy mantengo fue mostrarme fuerte con ella para soportarle su dolor. Asi lo hice y asi lo hago. Fui al lado de mi hermano, le tome la mano y le hablé. Lo consentí. Mi mamá y yo estuvimos a su lado durante casi dos largas horas. En todo ese tiempo no recibió analgesicos ni calmantes pues el doctor no había recibido el resultado de unos examenes. No se que examenes se le hacen a un paciente con dolor para determinar que si le duele algo. Hoy mas que nunca me doy cuenta que los medicos tratan a los pacientes según paguen. Si pagan como particulares su tratamiento es bueno, humano. Pero si, como nosotros, teniamos contratado un plan de medicina pre-pagada, eramos de menor categoria. A las 11:30 de la noche, media hora nates de que llegara el niño Dios a los hogares de Colombia, me senté en el piso de la sala de urgencias a rezar un pronto final para mi hermano. El no se merecia tanto dolor y sufrimiento. No se merecia una agonía tan larga y penosa. Y mi mamá tampoco.

Creo que el niño Dios me escucho. A las 12:00 en punto el doctor nos dijo que lo de mi hermano era cuestión de horas y que iba a subirlo a una habitación para que estuviera un poco mas comodo durante sus ultimos momentos. Al llegar al quinto piso paso de inmediato a la habitación y nos hicieron seguir pues su tensión arterial habia bajado a 40/20. Entramos, lo abrazamos, nos despedimos y a los cinco minutos (00:35 del 25 de diciembre) falleció dandole la mano a mi mamá. Ella le cerró sus ojos. Ella lo lloró sola. Yo no podía hacerlo. Yo tenía que consolarla. Pero mi corazón y mi alma estaban hechas trizas. Sin embargo, pensando en que haría el en mis zapatos me puse al frente de todo. En pocos minutos avise a los familiares mas allegados y coordine el traslado del cadaver. De ahi en adelante no recuerdo mucho. Tengo una colección de imagenes y retazos de videos. Pero no tengo nada continuo. No les puedo decir mucho mas. Quienes me acompañaron y estuvieron a mi lado podrán darles mas detalles de los dos días despues de la muerte de mi hermano. Mi esposa en esos días fue mi corazón. Sin ella no hubiera podido manejar las cosas con la serenidad que lo hice. Le hubiera quedado mal a mi mamá y a mi hermano. Gracias amor.

A mis amigos, un sentido agradecimiento por estar ahi cuando los necesité. Quiero que sepan que allí estaré cuando ustedes me necesiten. Soy de ustedes.

A todos un consejo: No dejen de demostrar su afecto a sus seres queridos mientras pueden. Quieranlos y haganselo saber a todos. No guarden frases ni culpas. Una vez se van no vuelven. Se los digo yo que nunca le dije a mi hermano cuanto lo quería.

Monday, December 19, 2005

Halloween

Los que me conocen desde hace algún tiempo saben que tengo unas envidiables cualidades histriónicas porque a diario las uso. Sin embargo casi nunca las pongo en buen uso. El porque de esto a continuación lo van a saber.

El lugar: Colegio Nueva Granada
El curso: Tercero de elemental
El profesor: Mrs. Hager
El evento: Halloween for all. Obra escrita, producida, adaptada y dirigida por la robusta
Mrs. Hager.
Los actores: Phillip Hanoski, Andres Cardona y Yo.
La trama: Un trío de calabazas en una escalofriante travesía por el bosque encantado.

Para mi desgracia, la profesora me había elegido como una de las calabazas por ser barrigón y por ende físicamente parecido a una calabaza. Por efectos de presupuesto (o pereza) la profesora no se comprometía a suministrar los disfraces de los actores sino que cada uno debía abogar por su vestuario y utilería. Fue tanta mi alegría de haber sido seleccionado para interpretar un personaje y no un objeto inanimado que ese pequeño detalle se me olvido y nunca le dije a mi mamá de la singular obligación.

En otros aspectos estaba volando. Me sabía mis parlamentos, gestos morisquetas y estribillos a la perfección. Solo me faltaba saltar al escenario y hacer las delicias del publico siendo la estrella mas brillante del show. Nada me detendría. Llegó el día de la presentación y confiado en la ola de halagos que recibiría de la crítica salí para el colegio. Llegue a mi colegio debidamente uniformado como dictaban los canones de moda estudiantil y cual fue mi desazón al entrar al salón y encontrar una aglomeración de padres de familia en serias labores de manualidades para confeccionar o ultimar los detalles de los atuendos de sus respectivos crios. Cuando la profesora se me acerco y me preguntó sobre mi disfraz, y habiendo comprendido la magnitud de la cagada, mi única y mas efectiva salida fue romper en llanto. Y chille cual cerdo recién nacido. No había poder que me tranquilizara. Ni siquiera las amables palabras de los otros padres y madres que habían abandonado sus respectivos cachorros y centraban su atención en el gordito chilletas.

Luego de unas horas de llanto y sollozos, apareció mi adorada madre. Me encontró comiendo yogurt de naranja (Chambourcy) con galletas. A pesar de mi evidente alegría, no la manifesté pues ví en ella esa mirada de “chino pendejo mire en las que me pone.” Y supe que aunque no me iba a castigar si había perdido valiosos puntos en la calificación de confiabilidad. Sin embargo había algo que no me tranquilizaba y era ver lo que traía en las manos. Una bolsa de ONLY y otra de Papelería Dinamarca. Eso era un claro indicador de que mi disfraz de calabaza iba a ser todo menos elaborado. Y eso me ponía en evidente desventaja frente a mis co-estrellas pues ellos traían unos disfraces de espuma y alambre demasiado complicados para mi gusto.

Solo 40 minutos después de la llegada de mi mamá supe que era lo que me iba a poner para mi debut. Una hora antes de la presentación me entregaron un pantalón verde perico, un cuello de tortuga verde perico y un talismán chamanico anaranjado para llevar en la mano. El talismán estaba compuesto por dos ganchos de ropa tipo lavandería (alambre puro) estirados por la base y entrelazados de manera que semejaban una esfera hueca. Todo lo anterior recubierto con papel crepe naranja y este a su vez adornado con sendas figuras geométricas de cartulina negra haciendo las veces de ojos y boca. El desprevenido lector se preguntará Y el disfraz que? Pues nada, ese era.

Así salí. Y no me fue tan mal porque al final aplaudieron. Y no les importó que nos hubiéramos apartado del programa inicial al cambiar las tres calabazas en travesía por el bosque por dos calabazas y un mandarino con sigatoca negra. Fui estrella.

Nunca le he dado las gracias a mi mamá por esto. Pero prometo que cuando vuelva de este viaje lo haré.
Kingston, 2004.

Wednesday, December 14, 2005

El Termo

A continuación relataré uno de los episodios que más contribuyo a forjar mi personalidad y que dejo una marca indeleble en mi memoria. Antes de entrar en materia debo ambientar al desprevenido lector en mi entorno infantil. Por fortuna tuve unos padres que se preocuparon por darme una educación de primera categoría y aunque no éramos ricos si se esforzaron por pagarme un colegio de ricos: El Colegio Nueva Granada. El colegio es un colegio bilingüe de niños pudientes donde nos convencieron sobre la inferioridad de los demás frente a nuestra superioridad. Un colegio que mas que colegio parece una logia y que los pocos afortunados (We lucky few) debemos mantener el manto de elitismo bajo el cual crecimos. Entre mis compañeros de curso teníamos niños y niñas que pasaban los fines de semana en Cartagena, las vacaciones cortas en Miami y las largas en otras ciudades de Estados Unidos o en Europa. Ya se harán una imagen.

En fin, no es por nada pero agradezco enormemente la educación y formación recibidas allí. Solo guardo buenos recuerdos de mis días escolares. Como quiera que sea, es en ese entorno hostil que transcurre nuestra historia. Retrocedan en el tiempo a 1984. Tenía yo la tierna edad de 10 añitos y el carácter propio de esas edades, es decir blando como la plastilina.

En ese año empezaron a aparecer en ese colegio unos cilindros de colores, por regla general beige con tapa azul o roja, en los cuales los niños traían sus almuerzos. Con envidia y asombro veía yo a mis compañeros abrir sus loncheras y sacar los termos, los cubiertos y las servilletas. Lo que a continuación seguía para mí era magia, sorpresa, gualicho: abrían el termo y la comida salía caliente!!!! No importaba que llevara mas de seis horas empacada ahí, salía caliente. A medida que avanzaba el año escolar mas y mas niños poseían tan valioso adminículo. Y yo, nada. Cuando ya se asomaban las vacaciones cortas, y era casi seguro que todos los otros niños iban a tener este artefacto al volver de las vacaciones tuve una maquiavélica idea: yo me les iba a adelantar e iba a almorzar comida caliente antes que ellos.

Esa misma tarde al llegar a mi casa le pedí a mi mama que al día siguiente me mandara comida caliente para almorzar en el colegio. La pregunta que siguió era obvia, en que demonios debería mi mama empacar la comida caliente para que a la hora del almuerzo aun estuviera caliente. Mi respuesta no fue menos obvia: En el termo. Me acosté esa noche con la tranquilidad que me daba haber impartido una instrucción tan clara y precisa.

Al día siguiente camino al paradero del bus note la ponchera mas pesada, lo cual me dio tranquilidad pues era inconfundible que no llevaba mi tradicional sándwich de jamón y huevo cocido sino que llevaba un termo. Yo sabía que ese día almorzaría caliente.

Al llegar la fatídica hora, las 12:30, no me senté con los que almorzaban sándwich sino que orgulloso me fui a sentar con los que era: con los del termo. Todos abrieron sus respectivos termos y una nube de vapor de la comida caliente nos cubrió. Se mezclaron en el aire los aromas de arroces, carnes y salsas calientes. Deliberadamente espere y cuando todos los ojos estaban sobre mí abrí la lonchera. Lo que encontré fue apabullante. Mi rostro palideció y las piernas y brazos perdieron su circulación. Toda la sangre estaba en el cerebro ayudando a encontrar una salida. No había termo de comida, solo dos termos de liquido. De esos con lo que años después vinimos a conocer en televisión como tapa pitillo. De esos que no guardan el calor sino que por el contrario buscan proteger el contenido del calor. Estoicamente saque el termo y oh sorpresa, algo sólido se movía en el interior. El auditorio en silencio, expectante. A la mejor manera de un hombre condenado a muerte mire a los ojos a mis verdugos y sin parpadear abrí la tapa. No salió vapor, no salio nada.

Por la minúscula abertura de la boca del termo pude atisbar un forma conocida. Estaba maltrecha pero me era familiar. Mientras mi cerebro intentaba comprender lo que estaba sucediendo las risas se convertían en carcajadas y el salón entero era testigo de un concierto de hienas en cacería. En ese momento entendí que en el interior del termo una pierna de pollo a temperatura ambiente me esperaba.

Era cierto. Allí estaba la pierna de pollo. Solitaria, silenciosa. Mirándome y esperando ansiosamente salir de su calabozo y ser devorada. Como había entrado ahí no lo se. Aun hoy me pregunto como entró, el caso es que entró. En ese momento me podía imaginar la conversación que sostuvieron la noche anterior mi mamá y su asistente de cocina (cachifa). Debió haber sido demente pues mi mamá ordenaba que Nelsy, oriunda de Chivor Boyacá, introdujera por una abertura de 5 cms de diámetro una presa de pollo de por lo menos 6 cms de diámetro. Y ante todo la eterna respuesta de la fiel Nelsy: Bueno dotora.

Para este momento ya alguno de los presentes esperaba la lucha que a continuación se daría entre el rechoncho infante y su termo. Mi virginal mente no concebía como sacar la pierna de pollo del termo. Como la mayoría de las grandes batallas todo comenzó con un fútil intento de usar la lógica. Ante el estrepitoso fracaso poco a poco empezó a imponerse la barbarie sobre la inteligencia. Mis manos empezaron a perder las conexiones nerviosas con el cerebro y empezaron a crear nuevas conexiones con el sistema digestivo. Solo respondían al hambre, a la angustia, a la ira. Se dio la lucha y durante varios minutos el cocodrilo de agua salada intento sacar la presa (literalmente) del termo. Al final, cuando logre mi objetivo, no solo estaba sudoroso sino despelucado, con manos grasosas de pollo y con el orgullo pisoteado. Quienes estaban a mi alrededor o estaban atorados de la risa o preferían bajar las rubicundas caras en señal de sanción moral, mas conocida como pena ajena.

Como diría un amigo “Cagado un dedo cagada toda la mano.” Y procedí a dar buena cuenta de mi botín.

Desde entonces no he probado un sabor parecido: Pollo frío con salsa de tomate y Tang de naranja, todo aderezado con un poco de vergüenza y una pizca de vic

Monday, December 05, 2005

un macabro relato escatologico

Aun recuerdo mi primera vez. Se la debo a los amigos de lo ajeno, que aprovechándose de mi indefensión hurtaron todo lo que pudieron de mi carro. Al otro día tuve que mandar mi carro a la aseguradora para que se le realizaran todas las reparaciones pertinentes. A partir del momento en que el “INGENIERO” recibió mi carro en la recepción de la NISSAN el transporte publico me esperaba con sus brazos abiertos. Afortunadamente el conductor de la grúa que me llevo hasta allá muy amablemente decidió llevarme de vuelta a la civilización, si es que la 40 con 7ª se puede llamar civilización. Eran las nueve treinta de la mañana. El cielo aunque un poco gris dejaba ver rastros de ese esquivo azul de noviembre de 1998. Como todos los días fui a clase (je,je,je) y cuando se acercaban las 12 del día también se acercaba lo que seria uno de mis primeros, y más traumáticos encuentros con los medios masivos de transporte de nuestra agobiada capital. Los nervios que me invadían no eran pocos, es mas el miedo empezaba a hacerse campo en mi alma. Mas que phobos, quien se anidaba en mi era deimos. Pero eso no importaba, si quería llegar a mi casa debía sobreponerme al terror y salir avante en esa difícil prueba. Uno de mis mas allegados me acompaño al paradero. Al llegar veía pasar ejemplar tras ejemplar sin saber cual me serviría. De repente recurrí a la sin igual experiencia de mi acompañante. Agilmente y sin titubear me indico cual seria el afortunado que me llevaría. Mi siguiente pregunta no solo produjo carcajadas en mi hasta entonces amigo, sino que también las produjo en las treinta personas alrededor.

- Le saco la mano o él para?

La respuesta no fue menos agresiva.

- Fresco güe... que él sabe para donde va usted y sólito aquí le para.

Hice como me habían dicho y MILAGRO!!!!, el bus paro. No por mucho tiempo sin embargo, y mi pie izquierdo estaba aun en la javeriana cuando mi pie derecho ya andaba por el semáforo de la 45. Sin saber cuanto se debía por concepto del transporte que acababa de contratar, entregue un billete de 2000 y me quede ahí parado, aguantando las inclemencias del movimiento casi esquizofrénico del bus aguardando si debía mas o era él quien me debía a mí. Cerca de la 53 el chofer de mala gana me estiro un puñado de monedas de todas las denominaciones, tanto que estoy casi seguro de haber recibido in quarter y una dracma. Ahí empezó mi dilema con las sillas de estos buses. Los que me conocen saben que por mi contextura físico no soy fácil de “meter” en cualquier huequito, así que la mayoría de las carrocerías, y no todas como vine a descubrir después, no tenían espacio suficiente para alojarme en sus puestos. Como los niños de colegio que van sin “grandes” en el bus me fui para la ultima banca. Allí, en el puesto del pasillo mis rodillas no se verían maceradas contra el espaldar de nada. Gran mentira!!! A cada curva, parada o semáforo, para evitar salir despedido del puesto y terminar de nariz sobre el no muy limpio pasillo, debía sostenerme con las rodillas de lo que tuviera a mi alcance, y si no me falla la memoria en una ocasión una rolliza señora con paquetes y niño con cono me sirvió de asidero. En ese tiempo aun desconocía esa desagradable costumbre de los conductores de transporte publico de parar cuando les place y no cuando al pasajero le sirve. Y muy comedidamente me levante y toque el timbre unos metros antes del paradero de la 86 con 7ª. Como si el sonido fuera accesorio a la loca y desaforada carrera que llevaba este señor, contra no sé quien ni que (duendes en moto tal vez), siguió. No fue sino hasta cuando el timbre estaba a punto de sacar la lengua y desfallecer (92 con 7ª) que el sicopata ese decidió que ese seria el mejor lugar para que yo me bajara. Así lo hice y camine las seis cuadras que me separaban de mi casa. Todo el camino mi mente no dejaba de lanzar improperios contra el chofer, su progenitora, la progenitora de esta a su vez, y la de esta, y así sucesivamente. Esa tarde y esa noche dormí un poco intranquilo por las memorias y recuerdos desagradables y perturbadores que me rondaban al cerrar los ojos. Soñaba con miles de buses de todos los colores, tamaños y olores (al día siguiente descubrí el porque de los olores) persiguiéndome por donde iba. Despertaba sobresaltado y gritando “NNOOOOOOOO!!!!!!!” como una víctima de Freddy Krueger.
A la mañana siguiente vino uno de los episodios que más marcaría mi vida. Sin saberlo, los tunantes que me habían dejado a pie, habían a su vez contribuido, no sé favorable o desfavorablemente (no lo he descifrado aun) en mi formación. Salí a la esquina de mi casa a tomar el autobús que me conduciría a la universidad. Deje pasar todos los que no traían uno de esos casi ilegibles carteles, en los que algún desquiciado prospecto de artista derramo todo su ingenio y creatividad para plasmar “artísticamente” el destino del destartalado camión con carrocería de bus, que no dijera “GERMANIA” pues por consejo de mi shodushi en las lides del transporte urbano ese era el que me “servia”. Por fin y ya rayando en las siete paso uno cerca al anden. Siguiendo la sabia enseñanza de estirar el brazo le hice señas al conductor para que parara y me subí. Al pagar y recibir, prontamente esta vez, mi cambio, procedí por el pasillo. No pude evitar sentir ese calor humano y ese dulce almizclillo que abunda en los buses ejecutivos en las horas de la mañana y que procede de la unión de los vahos y perfumes de 40 o 50 personas recién acicaladas para un duro día, y que según expertos en el tema es aun más fuerte en los denominados “cebolleros”. Pero tampoco pude dejar de notar que a pesar de haber un puesto sin ocupar, tres o cuatro personas (uno de los seres que ocupaban el pasillo parecía un siamés andrógino o una pareja en actividades románticas desde diez para las siete (o antes), no pude distinguir bien). Sin cavilar un segundo mas, y tal vez por la madrugada, procedí a ocupar el mencionado puesto. No sé si es que mi intelecto fallo o que pero por algo nadie se sentaba ahí y no era porque yo era él mas vivo del bus. Al sentarme y acomodarme le encontré explicación a tan aberrada, para mí y hasta entonces, conducta: no sentarse en un puesto desocupado en un bus lleno y con un buen trayecto por delante. El piso estaba absolutamente atiborrado, empapado, impregnado y sencillamente asqueroso de vomito de algún inadaptado que no logro contener su regurgitación hasta la puerta o algo así. Mientras trataba de encontrar un lugar seco para poner mis suelas, pense en demandar a los fabricantes de las botas Timberland pues en sus anuncios explícitamente dicen que las suelas son antideslizantes y era apenas evidente que no era verdad, pero después mis escasos pero firmes conocimientos jurídicos me llevaron a la conclusión, no desacertada , que eso en estas tierras de la almojabana y el masato no vale.

Por fin encontré la posición perfecta pero el loco virar del vehículo hacia que el desayuno despreciado del anterior inquilino de mi silla fuera y viniera entre los limites físicos que su propia composición y la coagulación habían creado. Así fue todo el camino, maldito dinero el que había pagado en ese bus. Ojalá no me lo hubieran recibido y me hubiera tocado tomar un bus posterior o un taxi o algo así. En fin, por fin llegue a la universidad y me baje pero aun en la áspera acera mis botas patinaban, creí que era algo psicológico por la impresión de la experiencia vivida pero como luego descubriría algo mas estaba detrás de mi inestabilidad. Eran vestigios del calentado del señor (a) X, y asevero que era calentado porque en mi hogar santandereano, y entiendo que en muchos otros, se sirve arroz con papa y carne al desayuno, y eso fue lo que encontré en el labrado de mi bota.
Sacudí mi calzado importado en el piso del corredor del tercer piso, no disimuladamente y generando repulsión y asco entre los testigos, y procedí a entrar a mi clase de 8 (afortunadamente el doctor Santos Ballesteros no había llegado a clase de 7).

Y así concluye este relato sobre la primera y la segunda vez que utilice por necesidad el transporte publico, pues aunque algunos de ustedes no lo crean lo he hecho a veces por gusto. Desquiciado ahh!!???

Friday, December 02, 2005

En estas pocas letras habré de contar lo peor que alguien me ha hecho en los 24, ya casi 25, años de vida, casi toda artística. Lo cuento porque fue tan horrible que no lo he podido ni creo que lo podré superar jamas. Y es que cada vez que lo recuerdo mi sangre hierve y la hiel sube su nivel hasta que casi puedo saborearla. Después de eso jamas pude ser el mismo ni con quien me lo hizo, ni con nadie más. Cambie para bien según unos, para mal según otros, pero para siempre según mí mismo. Esa tarde esta casi viva en mi memoria, y digo casi porque mi autoestima y dignidad han tratado de matarla pero no han podido porque mi rabia no la deja morir. Fue en Noviembre de 1998, ese Noviembre de lluvias, tormentas y aguaceros. Y puedo decir que fue uno de mis últimos actos de galantería sin preocupar a nadie, eso espero al menos. El día hasta entonces había transcurrido sin mayores sobresaltos. Estaba en mi tercer día de estudio para el examen final de sociedades con el doctor Reyes, y en verdad necesitaba nota pero eso no era excusa para no ir en auxilio de mi queridisima novia. A las cuatro menos quince de la tarde llamo a mi casa y en tono casi desesperado me pidió que por favor la recogiera en la oficina pues tenia cita al dentista y como tenia el carro y no sabia llegar al consultorio necesitaba de mi asistencia. Accedí sin titubear, como siempre lo había hecho hasta entonces, y pense que seria inútil llevar mi carro pues si ella tenia el de ella, allí podríamos ir los dos y luego tomaría un taxi hasta mi apartamento. Me puse un sweater de algodón, un poco ligero para el aguacero que iba a caer, pero como no me iba a mojar casi, no le vi el problema. Tome con firmeza el libro del que estaba estudiando, pues iba a leer mientras mi novia salía de su cita con el Doctor Zuñiga, y llame a un servicio de radio taxi para que me enviaran un “MOVIL”. Espere en mi portería y desde allí vi caer las primeras gotas de lo que seria mi tragedia de esa tarde. Cuando me disponía a llamar de nuevo a la operadora que me había prometido transporte en diez minutos, el señor Miguel Angel Artunduaga se digno llegar y pitar en su Daewoo ultimo modelo. Me subí y seguí paso a paso el ritual de dar mi clave, que no es mas que los dos últimos dígitos del teléfono desde el que se pidió el taxi, dar mi destino y saludar cortésmente. Todo el camino hasta la oficina de mi novia transcurrió en 4600 pesos. Pague con el billete de 5000 que había sacado de la billetera que deje encima del escritorio de mi cuarto y por mera liberalidad le obsequie al chofer los 400 que sobraban. Ya el agua caía un poco más duro y tuve que aligerar el paso para que el libro que llevaba se mojara lo menos posible. Como casi a diario entre al edificio salude a la portera y desde un teléfono marque la extensión 255. “Logística...” contesto la dulce voz de mi novia. Le informe que estaba a bajo esperándola y me dijo que ya bajaba. Alcance a leer dos paginas y apareció. Nos saludamos y cuando estabamos a punto de pasar el umbral que daba a la calle se me ocurrió la brillante idea de reclamarle él porque aun no conocía su oficina. Ella no respondió nada pero me miro bien y dijo que la siguiera y me la mostraba. Dije que no, no se porque. Y a pesar de las múltiples peticiones y casi ordenes de ella me negué rotundamente a subir y conocer su oficina. Es que si no me la había mostrado en tres meses era por algo. Cuando menos me di cuenta ella había arrancado corriendo bajo la lluvia y hacia su Mercedes Benz beige que estaba parqueado a la vuelta de la esquina. Creí que corría para no mojarse pero como después me daría cuenta corría para irse sin mí. Alcance a llegar a la puerta del carro ese antes de que arrancara y le hice señas de que me levantara el seguro pero la respuesta fue un chirrido de llantas y una bocanada de humo del exhosto. Se había ido. Sin embargo recordé que para irse definitivamente debía dar un giro en “U” y volver a pasar por ahí. Salí al separador de la avenida para hacerle señas, ya con la lluvia cayendo a cántaros, pero cuando paso lo único que hizo fue levantar la mano derecha y seguir a toda velocidad. Quede atónito y a pesar de que el agua ya me había empapado no sentía mas que odio. Con ese sentimiento que sale de lo más profundo del corazón, con las fuerzas y la enjundia que la ira me daban camine. Salí a la 30 y le hice señas a cuanto taxi vi pero ninguno paraba y cuando uno paro me dijo que si fuera para el sur con mucho gusto me llevaba. Le di las gracias y me resigne a caminar hasta mi casa. Sabia que era un largo trayecto pero no tenia mas alternativas. Pase el puente peatonal de la 45 con 30, y al llegar al otro lado intente de nuevo parar algo que me acercara, al menos, a mi casa. Nada. Ahí si empezó la caminada. Imagínense el peor temporal del pacifico sur pero en Bogotá, a 7 grados de temperatura, aumentado por las salpicaduras de los buses, carros, camiones y piaggios repartidores de galguerias que circulan por allí. En esas condiciones pretendía llegar desde la 45 con 30 hasta la 86 con 8ª. A ratos pensaba en parar y esperar a que escampara pero algo muy dentro me impulsaba a seguir mi frenética marcha. No se imaginan los tsunames que tuve que soportar antes del Nemesio Camacho “El Campin”. Eran olas de hasta dos metros de altura de agua de charco. En inmediaciones de estadio amaino un poco y creí que iba a parar pero mi fortuna no es tanta. Inmediatamente arrecio de nuevo el agua. Jamas había soportado como esa tarde las inclemencias del clima. Ahora sé que siente una teja acrílica Ajover, de las que según el “chinche” Ulloa y el “culebro” Casanova “solo le pasa la luz”. Seguí caminando y enfrente de la sub estación de policía que hay entre el estadio y el coliseo cubierto, un agente (mi ángel guardián tal vez) de policía envuelto en su poncho me pregunto si es que no tenia con que irme a mi casa “chino”. Le respondí con la verdad, una negativa. Busco en sus bolsillos y estiro su mano derecha, saque la mano y en la palma de mi mano cayo una moneda de 500. “Coja un colectivo y vayase para la casa.” Le agradecí y le di la mano. El agente entro de nuevo a su estación y quede afuera. Ahora estaba el dilema de cual colectivo coger. Miraba y miraba buses, busetas y colectivos de todos los colores y tamaños pasar y pasar sin saber cual me servia. Al fin una señora que se encontraba no muy lejos de allí se me acerco y me pregunto que que me pasaba le respondí preguntándole por un colectivo que me llevara hasta la 86 con 8ª, y con una sonrisa burlona en los labios me dijo que ninguno me llevaba hasta allí pero que ese que venia me acercaba al menos. Di las gracias y me gire. El colectivo paro casi como por arte de magia y de el descendió un señor, subí y me senté en la primera silla que encontré desocupada. El colectivo nada que arrancaba pero creí que era algo de rutina o algo así. De repente se volteo el señor conductor y con una voz aguardientosa y hosca me dijo que si es que pensaba pagar o que? Tímidamente le pase la moneda que muy gentilmente el policía me había prestado (lo he buscado infructuosamente hasta ahora para devolverle con creces lo que me presto esa noche) y sé cerro la puerta. Arranco y como un loco anduvo por toda la 30 hasta la 92 donde me baje, pues según informes recibidos de otro pasajero él seguía por la 11 hasta la 15 y se devolvía. Desde la 92 con 30, y con la lluvia un poco menos fuerte camine por las inundadas aceras hasta mi casa. A las 7 de la noche llegue, empapado, iracundo y sin un centavo de los bolsillos. No saben cuan autómata estaba yo en las ultimas cuatro cuadras. Las manos y los pies estaban adormecidos por el frío, y mis dedos estaban engarrotados alrededor del lomo del libro de sociedades. Me bañe con agua hirviendo y a la camita, como diría Topo Gigio (marioneta contemporánea a Petete que personificaba a un infantil roedor con voz de argentino y que vivía con “Raulito” y tenia un show en televisión) al final de cada emisión de su show. Esa noche dormí bien y el otro día en el examen obtuve un mísero y rasante tres que me puso a sufrir pues la materia dependía entonces no del final sino de los quices.
Pero como dicen por ahí algunos, “de 2.95 para arriba es lujo”.

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