Monday, December 05, 2005

un macabro relato escatologico

Aun recuerdo mi primera vez. Se la debo a los amigos de lo ajeno, que aprovechándose de mi indefensión hurtaron todo lo que pudieron de mi carro. Al otro día tuve que mandar mi carro a la aseguradora para que se le realizaran todas las reparaciones pertinentes. A partir del momento en que el “INGENIERO” recibió mi carro en la recepción de la NISSAN el transporte publico me esperaba con sus brazos abiertos. Afortunadamente el conductor de la grúa que me llevo hasta allá muy amablemente decidió llevarme de vuelta a la civilización, si es que la 40 con 7ª se puede llamar civilización. Eran las nueve treinta de la mañana. El cielo aunque un poco gris dejaba ver rastros de ese esquivo azul de noviembre de 1998. Como todos los días fui a clase (je,je,je) y cuando se acercaban las 12 del día también se acercaba lo que seria uno de mis primeros, y más traumáticos encuentros con los medios masivos de transporte de nuestra agobiada capital. Los nervios que me invadían no eran pocos, es mas el miedo empezaba a hacerse campo en mi alma. Mas que phobos, quien se anidaba en mi era deimos. Pero eso no importaba, si quería llegar a mi casa debía sobreponerme al terror y salir avante en esa difícil prueba. Uno de mis mas allegados me acompaño al paradero. Al llegar veía pasar ejemplar tras ejemplar sin saber cual me serviría. De repente recurrí a la sin igual experiencia de mi acompañante. Agilmente y sin titubear me indico cual seria el afortunado que me llevaría. Mi siguiente pregunta no solo produjo carcajadas en mi hasta entonces amigo, sino que también las produjo en las treinta personas alrededor.

- Le saco la mano o él para?

La respuesta no fue menos agresiva.

- Fresco güe... que él sabe para donde va usted y sólito aquí le para.

Hice como me habían dicho y MILAGRO!!!!, el bus paro. No por mucho tiempo sin embargo, y mi pie izquierdo estaba aun en la javeriana cuando mi pie derecho ya andaba por el semáforo de la 45. Sin saber cuanto se debía por concepto del transporte que acababa de contratar, entregue un billete de 2000 y me quede ahí parado, aguantando las inclemencias del movimiento casi esquizofrénico del bus aguardando si debía mas o era él quien me debía a mí. Cerca de la 53 el chofer de mala gana me estiro un puñado de monedas de todas las denominaciones, tanto que estoy casi seguro de haber recibido in quarter y una dracma. Ahí empezó mi dilema con las sillas de estos buses. Los que me conocen saben que por mi contextura físico no soy fácil de “meter” en cualquier huequito, así que la mayoría de las carrocerías, y no todas como vine a descubrir después, no tenían espacio suficiente para alojarme en sus puestos. Como los niños de colegio que van sin “grandes” en el bus me fui para la ultima banca. Allí, en el puesto del pasillo mis rodillas no se verían maceradas contra el espaldar de nada. Gran mentira!!! A cada curva, parada o semáforo, para evitar salir despedido del puesto y terminar de nariz sobre el no muy limpio pasillo, debía sostenerme con las rodillas de lo que tuviera a mi alcance, y si no me falla la memoria en una ocasión una rolliza señora con paquetes y niño con cono me sirvió de asidero. En ese tiempo aun desconocía esa desagradable costumbre de los conductores de transporte publico de parar cuando les place y no cuando al pasajero le sirve. Y muy comedidamente me levante y toque el timbre unos metros antes del paradero de la 86 con 7ª. Como si el sonido fuera accesorio a la loca y desaforada carrera que llevaba este señor, contra no sé quien ni que (duendes en moto tal vez), siguió. No fue sino hasta cuando el timbre estaba a punto de sacar la lengua y desfallecer (92 con 7ª) que el sicopata ese decidió que ese seria el mejor lugar para que yo me bajara. Así lo hice y camine las seis cuadras que me separaban de mi casa. Todo el camino mi mente no dejaba de lanzar improperios contra el chofer, su progenitora, la progenitora de esta a su vez, y la de esta, y así sucesivamente. Esa tarde y esa noche dormí un poco intranquilo por las memorias y recuerdos desagradables y perturbadores que me rondaban al cerrar los ojos. Soñaba con miles de buses de todos los colores, tamaños y olores (al día siguiente descubrí el porque de los olores) persiguiéndome por donde iba. Despertaba sobresaltado y gritando “NNOOOOOOOO!!!!!!!” como una víctima de Freddy Krueger.
A la mañana siguiente vino uno de los episodios que más marcaría mi vida. Sin saberlo, los tunantes que me habían dejado a pie, habían a su vez contribuido, no sé favorable o desfavorablemente (no lo he descifrado aun) en mi formación. Salí a la esquina de mi casa a tomar el autobús que me conduciría a la universidad. Deje pasar todos los que no traían uno de esos casi ilegibles carteles, en los que algún desquiciado prospecto de artista derramo todo su ingenio y creatividad para plasmar “artísticamente” el destino del destartalado camión con carrocería de bus, que no dijera “GERMANIA” pues por consejo de mi shodushi en las lides del transporte urbano ese era el que me “servia”. Por fin y ya rayando en las siete paso uno cerca al anden. Siguiendo la sabia enseñanza de estirar el brazo le hice señas al conductor para que parara y me subí. Al pagar y recibir, prontamente esta vez, mi cambio, procedí por el pasillo. No pude evitar sentir ese calor humano y ese dulce almizclillo que abunda en los buses ejecutivos en las horas de la mañana y que procede de la unión de los vahos y perfumes de 40 o 50 personas recién acicaladas para un duro día, y que según expertos en el tema es aun más fuerte en los denominados “cebolleros”. Pero tampoco pude dejar de notar que a pesar de haber un puesto sin ocupar, tres o cuatro personas (uno de los seres que ocupaban el pasillo parecía un siamés andrógino o una pareja en actividades románticas desde diez para las siete (o antes), no pude distinguir bien). Sin cavilar un segundo mas, y tal vez por la madrugada, procedí a ocupar el mencionado puesto. No sé si es que mi intelecto fallo o que pero por algo nadie se sentaba ahí y no era porque yo era él mas vivo del bus. Al sentarme y acomodarme le encontré explicación a tan aberrada, para mí y hasta entonces, conducta: no sentarse en un puesto desocupado en un bus lleno y con un buen trayecto por delante. El piso estaba absolutamente atiborrado, empapado, impregnado y sencillamente asqueroso de vomito de algún inadaptado que no logro contener su regurgitación hasta la puerta o algo así. Mientras trataba de encontrar un lugar seco para poner mis suelas, pense en demandar a los fabricantes de las botas Timberland pues en sus anuncios explícitamente dicen que las suelas son antideslizantes y era apenas evidente que no era verdad, pero después mis escasos pero firmes conocimientos jurídicos me llevaron a la conclusión, no desacertada , que eso en estas tierras de la almojabana y el masato no vale.

Por fin encontré la posición perfecta pero el loco virar del vehículo hacia que el desayuno despreciado del anterior inquilino de mi silla fuera y viniera entre los limites físicos que su propia composición y la coagulación habían creado. Así fue todo el camino, maldito dinero el que había pagado en ese bus. Ojalá no me lo hubieran recibido y me hubiera tocado tomar un bus posterior o un taxi o algo así. En fin, por fin llegue a la universidad y me baje pero aun en la áspera acera mis botas patinaban, creí que era algo psicológico por la impresión de la experiencia vivida pero como luego descubriría algo mas estaba detrás de mi inestabilidad. Eran vestigios del calentado del señor (a) X, y asevero que era calentado porque en mi hogar santandereano, y entiendo que en muchos otros, se sirve arroz con papa y carne al desayuno, y eso fue lo que encontré en el labrado de mi bota.
Sacudí mi calzado importado en el piso del corredor del tercer piso, no disimuladamente y generando repulsión y asco entre los testigos, y procedí a entrar a mi clase de 8 (afortunadamente el doctor Santos Ballesteros no había llegado a clase de 7).

Y así concluye este relato sobre la primera y la segunda vez que utilice por necesidad el transporte publico, pues aunque algunos de ustedes no lo crean lo he hecho a veces por gusto. Desquiciado ahh!!???

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