Monday, December 19, 2005

Halloween

Los que me conocen desde hace algún tiempo saben que tengo unas envidiables cualidades histriónicas porque a diario las uso. Sin embargo casi nunca las pongo en buen uso. El porque de esto a continuación lo van a saber.

El lugar: Colegio Nueva Granada
El curso: Tercero de elemental
El profesor: Mrs. Hager
El evento: Halloween for all. Obra escrita, producida, adaptada y dirigida por la robusta
Mrs. Hager.
Los actores: Phillip Hanoski, Andres Cardona y Yo.
La trama: Un trío de calabazas en una escalofriante travesía por el bosque encantado.

Para mi desgracia, la profesora me había elegido como una de las calabazas por ser barrigón y por ende físicamente parecido a una calabaza. Por efectos de presupuesto (o pereza) la profesora no se comprometía a suministrar los disfraces de los actores sino que cada uno debía abogar por su vestuario y utilería. Fue tanta mi alegría de haber sido seleccionado para interpretar un personaje y no un objeto inanimado que ese pequeño detalle se me olvido y nunca le dije a mi mamá de la singular obligación.

En otros aspectos estaba volando. Me sabía mis parlamentos, gestos morisquetas y estribillos a la perfección. Solo me faltaba saltar al escenario y hacer las delicias del publico siendo la estrella mas brillante del show. Nada me detendría. Llegó el día de la presentación y confiado en la ola de halagos que recibiría de la crítica salí para el colegio. Llegue a mi colegio debidamente uniformado como dictaban los canones de moda estudiantil y cual fue mi desazón al entrar al salón y encontrar una aglomeración de padres de familia en serias labores de manualidades para confeccionar o ultimar los detalles de los atuendos de sus respectivos crios. Cuando la profesora se me acerco y me preguntó sobre mi disfraz, y habiendo comprendido la magnitud de la cagada, mi única y mas efectiva salida fue romper en llanto. Y chille cual cerdo recién nacido. No había poder que me tranquilizara. Ni siquiera las amables palabras de los otros padres y madres que habían abandonado sus respectivos cachorros y centraban su atención en el gordito chilletas.

Luego de unas horas de llanto y sollozos, apareció mi adorada madre. Me encontró comiendo yogurt de naranja (Chambourcy) con galletas. A pesar de mi evidente alegría, no la manifesté pues ví en ella esa mirada de “chino pendejo mire en las que me pone.” Y supe que aunque no me iba a castigar si había perdido valiosos puntos en la calificación de confiabilidad. Sin embargo había algo que no me tranquilizaba y era ver lo que traía en las manos. Una bolsa de ONLY y otra de Papelería Dinamarca. Eso era un claro indicador de que mi disfraz de calabaza iba a ser todo menos elaborado. Y eso me ponía en evidente desventaja frente a mis co-estrellas pues ellos traían unos disfraces de espuma y alambre demasiado complicados para mi gusto.

Solo 40 minutos después de la llegada de mi mamá supe que era lo que me iba a poner para mi debut. Una hora antes de la presentación me entregaron un pantalón verde perico, un cuello de tortuga verde perico y un talismán chamanico anaranjado para llevar en la mano. El talismán estaba compuesto por dos ganchos de ropa tipo lavandería (alambre puro) estirados por la base y entrelazados de manera que semejaban una esfera hueca. Todo lo anterior recubierto con papel crepe naranja y este a su vez adornado con sendas figuras geométricas de cartulina negra haciendo las veces de ojos y boca. El desprevenido lector se preguntará Y el disfraz que? Pues nada, ese era.

Así salí. Y no me fue tan mal porque al final aplaudieron. Y no les importó que nos hubiéramos apartado del programa inicial al cambiar las tres calabazas en travesía por el bosque por dos calabazas y un mandarino con sigatoca negra. Fui estrella.

Nunca le he dado las gracias a mi mamá por esto. Pero prometo que cuando vuelva de este viaje lo haré.
Kingston, 2004.

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